Fue el la Antártica, la temperatura más baja registrada de la historia, la cual registro -89,2 grados centígrados en julio de 1983, por efecto de una corriente de aire frío que se situó en la meseta antártica sin dejar paso al aire más cálido procedente de latitudes más bajas.
La masa de aire frío procedente del océano Antártico se instaló durante diez días sobre la parte alta de la meseta antártica, donde está ubicada la estación científica rusa de Vostok, que registró este récord y que lleva desde 1958 midiendo las temperaturas de la región.
La corriente impedía que llegasen a esta zona masas de aire más cálido procedente de latitudes más bajas, lo que aisló la estación y creó las condiciones para que se dieran temperaturas tan extremas.
Además, la ausencia de nubes y una capa de minúsculas partículas de hielo suspendidas en el aire (fenómeno conocido como diamante en polvo) contribuyeron a que el calor procedente de la superficie se perdiera en el espacio.
La investigación, fue llevada a cabo por la British Antartic Survey (BAS) y el Artic and Antartic Research Institute de Rusia (AARI), indica que esa temperatura récord fue inferior en 30º a la media de 66º que se registra en la zona en el invierno del hemisferio sur.
El investigador de la BAS y autor del estudio, John Turner, señaló que la Antártida todavía no ha sufrido los efectos del calentamiento global de la misma manera que la zona ártica, pero que en el próximo siglo se espera que se vea afectada por la subida generalizada de las temperaturas mundiales consecuencia del efecto invernadero, por lo que dudó de que se pueda repetir este récord.
La tecnología utilizada en este estudio se ha basado en una combinación de gráficos meteorológicos, imágenes de satélite, registros de temperatura, presión atmosférica, velocidad y dirección del viento tomados cada seis horas.